Deuda pública VS Deuda privada

Deuda Pública VS Deuda Privada: Un Juego Peligroso

Hace unos días me crucé con un podcast que defendía a capa y espada la deuda pública frente a la privada. El argumento principal era que los países con menos deuda pública suelen compensarlo con más deuda privada, y eso, según el presentador, era peor. Bueno, dejadme deciros que no puedo estar más en desacuerdo. Y no porque quiera llevar la contraria, sino porque hay cosas que no cuadran.

Vamos a analizar esto desde el principio, con café en mano y las cartas sobre la mesa. Porque, claro, hablar de deuda pública y privada puede sonar a chino mandarín, pero en realidad es más sencillo de lo que parece. Y, sobre todo, afecta a tu bolsillo más de lo que imaginas.

La deuda: ¿Aliada o enemiga?

De entrada, la deuda, ya sea pública o privada, no es el diablo en persona. Puede ser una herramienta útil, incluso genial, si se utiliza bien. Por ejemplo, si pides un préstamo para montar un negocio que genera beneficios, esa deuda es positiva. Lo mismo ocurre con la deuda pública que se invierte en infraestructuras, educación o sanidad: genera valor a largo plazo.

El problema llega cuando esa deuda no crea ningún activo ni servicio que justifique su existencia. Es como pedir un crédito para comprarte una tele gigante mientras tu nevera está vacía. En el caso de la deuda pública, esto sucede mucho más de lo que debería. Pero vayamos por partes.

Deuda privada: Respaldada por la realidad

La deuda privada, esa que piden las empresas y los particulares, tiene una ventaja: suele estar respaldada por activos tangibles. Si una empresa emite bonos para financiar la compra de maquinaria que mejora su producción, está creando valor real. Si un particular pide una hipoteca para comprar una casa, al menos tiene un techo sobre su cabeza como respaldo.

Además, en un mercado libre, nadie te presta dinero para que lo desperdicies. Si una empresa emite bonos para comprar coches de lujo para sus ejecutivos, nadie va a comprarlos. Simple y llanamente porque no tiene sentido económico. Aquí, la disciplina del mercado hace su magia.

Deuda pública: ¿Un pozo sin fondo?

Y aquí es donde entra en juego la gran diferencia: la deuda pública. Esta la gestionan los gobiernos, que no siempre tienen la mejor reputación a la hora de gastar. En teoría, debería usarse para crear activos que beneficien a toda la sociedad. Pero en la práctica, muchas veces se usa para tapar agujeros, cubrir déficits o perpetuar sistemas ineficientes.

Cuando el Estado pide dinero prestado, desplaza el gasto privado, que suele ser más eficiente. Es decir, quita recursos a quienes podrían usarlos mejor. Y aquí es donde la cosa se pone fea, porque la deuda pública no está sujeta a la misma disciplina del mercado que la privada. Los políticos pueden seguir acumulándola sin mucho control, porque al final no son ellos los que la pagan, sino tú, yo y todos los demás.

El fin del patrón oro: El origen del desmadre

Antes de 1971, el dinero tenía respaldo en oro. Si el gobierno quería imprimir billetes, necesitaba tener oro que lo respaldara. Pero cuando se abandonó el patrón oro, todo cambió. El dinero fiduciario, el que usamos hoy, no tiene respaldo más allá de la confianza. Y esa confianza permite a los gobiernos y bancos centrales manipular la oferta monetaria a su antojo.

El resultado: distorsiones en las decisiones de inversión, burbujas económicas y ciclos de auge y caída que nos dejan más mareados que una montaña rusa. La deuda pública se ha convertido en una herramienta para mantener el poder, creando la ilusión de prosperidad mientras se acumulan problemas bajo la alfombra.

Cualquier deuda es negativa si no genera valor mediante un activo o servicio.

La deuda publica en España aumenta cada año y es un problema que nos afecta a todos

La trampa del espejismo

La deuda pública tiene un efecto narcótico. Permite a los gobiernos gastar sin medida, ganarse votos y perpetuarse en el poder. Pero como todo espejismo, eventualmente se desvanece. Y cuando lo hace, las consecuencias son devastadoras: inflación, recortes, crisis económicas y, en los peores casos, defaults soberanos.

Imagina que usas tu tarjeta de crédito sin parar, mes tras mes, pagando solo el mínimo. Al principio, parece que puedes mantener el estilo de vida que quieres. Pero llega un momento en que la deuda se acumula tanto que no puedes ni pagar los intereses. Eso mismo pasa con la deuda pública.

Una posible solución: Responsabilidad y transparencia

¿Se puede usar la deuda pública de manera responsable? Por supuesto. Pero requiere voluntad política, transparencia y una clara rendición de cuentas. Los gobiernos deberían centrarse en financiar proyectos que generen valor real, reducir el gasto ineficiente y evitar el endeudamiento desmedido.

Por otro lado, tú también puedes hacer tu parte. Sí, tú. Porque entender cómo funciona la deuda pública te permite exigir más a tus representantes y tomar mejores decisiones financieras en tu propia vida. Y quien sabe, quizá incluso inspirar a otros a hacer lo mismo.

En conclusión: ¿Deuda pública o privada?

No se trata de elegir entre una y otra. Ambas pueden ser útiles si se gestionan bien y desastrosas si no. La clave está en entender que la deuda no es más que una herramienta, y como tal, su valor depende del uso que le demos.

La próxima vez que escuches hablar de deuda pública o privada, pregúntate: ¿Está generando valor? ¿Está respaldada por algo tangible? ¿O simplemente está creando una ilusión que tarde o temprano se derrumbará?

Porque al final del día, la deuda pública no es solo un número en una hoja de Excel. Es algo que afecta a tu vida, a la mía y al futuro de todos nosotros. Así que, más nos vale entenderla y gestionarla con cuidado antes de que sea demasiado tarde.

Carlos Baselga

Carlos Baselga

Ayudo a todos mis clientes a conseguir sus metas financieras mediante un plan de acción. Estrategia, diversificación y acompañamiento.

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